domingo, 27 de enero de 2008

Viaje infinito

De mi viaje a Tingo María, durante las fiestas patrias del 2006 recuerdo muchas cosas: la lluvia, el calor, la humedad, las frutas, el verdor y la frondosidad de su vegetación, la comida y como no, la fatalidad. Desoyendo la advertencia de no salir de Tingo después de la cinco de la tarde, nos dispusimos a regresar a Huánuco. Cuando todo parecía estar bien, vivimos en carne propia la razón de tal advertencia: la neblina de Carpish. De pronto todo se puso blanco como si estuviéramos en medio del vacío y de la nada, entre el cielo y la tierra, sin piso y sin techo. Esa sensación nos sofocó poniéndonos al borde de un ataque claustrofóbico, sin embargo tuve que contenerme para no gritar y salir disparada del coche. El conductor seguía conduciendo casi por inercia, en una autopista estrecha, sabiendo que en cualquier momento aparecería un auto en dirección contraria. Poco a poco fuimos saliendo de esa nada blanca para toparnos más allá, con la chatarra del auto que un día antes había caído desde allí, al abismo.
Antes de atravesar el túnel, el auto se detiene y el conductor baja con una botella de aguardiente. Mal momento para beber, pensé estúpidamente mientras bájabamos para ver lo que quedaba del auto siniestrado. Desde arriba contemplamos el abismo y nos angustiamos.
El conductor regresa y no tenemos más remedio que subir nuevamente al coche. Señor ¿a dónde se fue con esa botella?, pregunto muerta de la curiosidad. A pedirle permiso al cerro y darle gracias de que ningún carro se nos cruzara en medio de esa neblina de mierda. Por eso hay que darle su licor señorita. En ese momento todos concordamos que hay preguntas que no deben hacerse porque la respuesta puede traer más inquietud que serenidad, sobre todo a instantes de atravesar un túnel.
En medio de aquella oscuridad, en las entrañas de la montaña, la distancia nos parece infinita. Terminamos de atravesarlo y al otro lado, un sol esplendoroso nos devuelve la calma. Nuestros cuerpos recobran la serenidad, la radio vuelve a sonar y las sonrisas vuelven a adornar nuestros rostros.
Al llegar a Lima sentí que ese viaje había sido de todo menos relajante. Ya instalada en mi oficina sentí que necesitaba más vacaciones. En vez de revisar correos importantes entré a la web del Comercio y con sorpresa leo que durante la semana de fiestas patrias se habían producido18 accidentes de transito, 4 de ellos en Tingo María. La noticia me webea, tanto que entro al messenger para contárselo a los demás integrantes del trip. ¿Dónde mierda haz estado?, me escribe Ruthie. No termino de tipear el destino y escribe algo que mi cerebro no procesa de inmediato: TONY ha muerto. Tengo que repetirlo en voz alta para asimilarlo. Carlo que está a mi lado me escucha, ve mi cara de consternación y me pregunta ¿quién es Tony?.

Tony era chizito, el Jaime Bayly de breña, el Diego Bertie versión pastrula. Fanático de la pancita que vendían en la esquina de la casa de Seth, un enamorado de la salsa del Gran Combo. El habitante ausente de ese cuarto que aparentemente era su habitación pero que más parecía el desván de su casa. Un flaquito que había dejado de estudiar en la universidad por la ilusión de ganar dinero taxeando en su auto pero sobre todo era un ser que vivía despreocupadamente, un espíritu deambulante, una presencia ausente. Ese era Tony.
Nos conocimos en el verano del 2000, una tarde sin previo aviso y de inmediato él, Seth, Ruthie y yo nos volvimos inseparables. Recorríamos la ciudad en su auto, compartiendo tardes, noches y madrugadas de chelas, puchos y demás sustancias. Recuerdo los chistes, las carcajadas, los parques, las subidas, las bajadas, el hambre… uniéndonos, reforzando nuestra amistad. Sin embargo cuando Ruthie y Tony terminaron (porque en medio de tanta bulla y laberinto se enamoraron) el grupo se empezó a desintegrar. La primera en safar fui yo cuando me convencí que era hora de prescindir de las alegrías instantáneas y que la noche debía acabar. Contra todo pronóstico me había vuelto a enamorar y como siempre el mundo entero dejó de importarme. Sé por Ruthie (que hasta ahora sigue siendo mi amiga) que Tony y Seth no me perdonaron semejante traición. Después de leer tan trágica noticia comprendo que no tendré oportunidad para enmendarlo, sólo me queda un intenso pesar.

Hoy en día, a un año de semejante tragedia, es imposible no pensar en él cuando paso por la esquina donde lo vi por última vez o por el cruce donde a sus 26 años la muerte le dijo nos vamos mientras llevaba a Seth a su casa, en la moto que se había comprado después de vender su auto. Me consterna saber que ya no lo podemos encontrar ni en su casa, ni en el taco o en metrito tomándose unas chelas. Me estremece sentir su ausencia, saber que ahora solo es un pensamiento en nuestras cabezas, un recuerdo que alguna vez nos cansaremos de evocar. Pero hasta que eso suceda, este post me sirve de pretexto para decirle que donde quiera que esté y a pesar que lo extrañemos mucho, no pises el freno Tony, sigue viajando hasta el fin.


Soundtrack del post: Run, Collective Soul
"Have I got a long way to run yeah, I run..."


music player
I made this music player at MyFlashFetish.com. More colors.

0 comentarios: