domingo, 24 de agosto de 2008

En el ojo de la tormenta

Hay días en que uno amanece feliz de estar vivo y sientes que despertó contigo la esperanza de que todo estará bien. Tienes ganas de hacerlo todo de nuevo, enmendar tus errores, abrazar a tu viejita, sacar a pasear a tu perrito, oler una florcita… ahhh! es decir eres el loco optimismo. Sin embargo a pesar de tanta buena intención y santa pastrulada, a veces las circunstancias, el azar o la suerte juegan para el equipo contrario.
Para comenzar, te subes al micro y el tráfico te recibe con las fauces abiertas. Una vez más, llegas tarde al trabajo porque como siempre, no tienes plata para tomar un taxi. Saludas a tu jefe y en vez de devolverte el saludo, te recibe con un huevo de chamba que “es para ayer”. Logras llegar a tu escritorio y te ganas que tu compañero de al lado (el único infeliz que tiene parlantes en todo el piso), acaba de meter un CD con las cumbias del momento. No puedes evitar ese gesto de fastidio que te produce pensar a que “momento” se refiere la tapa del CD, porque esa basura viene sonando desde hace un año y medio atrás y la gente no presenta el más mínimo indicio de cansarse de dichas melodías. A pesar de todo, sientes que esas pequeñeces no pueden contigo, ni siquiera ese memo que acabas de recibir con la buena nueva que tu grati no llegará esta quincena sino la próxima. Tragas saliva y sigues sonriendo o para ser más exactos te quedas tratando de que esa sonrisa con la que amaneciste, no termine transformándose en una horrenda mueca.
Sin más tiempo que perder empiezas a navegar entre el mar de tus pendientes. No haz avanzado mucho cuando de pronto te avisan que hay una reunión de último minuto. Entras confiado, pensando que todo terminará pronto pero pasan los minutos y te das cuenta que esto va para rato, que ni cagando acabarás con todo a las seis de la tarde; hora que tu contrato señala como salida pero que tu nunca cumples; hora a la que llegará tu novia que es tan lechera que sólo trabaja hasta las cuatro de la tarde y encima gana más que tú, tanto que hoy te traerá un regalo porque cumplen un mes más de enamorados; fecha que haz olvidado por completo pero que acabas de recordar gracias a tu buzón repleto de llamadas perdidas y mensajes de texto no leídos.
Finalmente, después de dos horas de lenta agonía, la bendita reunión acaba y lo único que quieres es hablar con ella, llegar a un entendimiento sin embargo ya es demasiado tarde… deje su mensaje después de la señal.
Triste y casi derrotado te diriges al comedor dispuesto a calmar con el churrasco con papas que tu vieja ha puesto en tu lonchera, el sinsabor de un mal día. Sin embargo ¡oh, sorpresa! un calentado arroz chaufa con huevo frito sale a tu encuentro… ¿CHAUFA CON HUEVO FRITO? ¿Queeeee?... En medio de la confusión producto de la disonancia cognoscitiva del momento, logras distinguir en la mesa del frente un taper idéntico al tuyo. Focalizas la mirada y ves a Jiménez apunto de empujarse un buen trozo de churrasco. Que te vaya mal en la chamba, no es novedad; que no tengas plata, tampoco; que tu flaca te joda, menos… pero que choquen con tu comida… eso si que no varón, eso se paga con sangre. Felizmente tus amigos te detienen a tiempo y logran calmar tu sed de venganza recordándote el metro ochenta y la firme musculatura que ostenta Jiménez versus tu miserable metro sesenta y tu célebre pecho de gato.
Después de ese confuso episodio ni sabes como, pero continúas sobreviviendo a este puto día, trabajando como loco para salir a tiempo y directo hacia los gritos y reproches de tu novia. Primero tratas de calmarla, que entienda que haz tenido un día complicado pero como los minutos pasan y la hermosa melodía de sus reproches no cesa, vas perdiendo la paciencia. Es entonces cuando las palabras hirientes no tardan en llegar, terminas diciendo aquello que no debes y ahora si, todo esta realmente jodido y no hay forma de dar marcha atrás. En medio de ese caos infernal te preguntas como llegaste a este punto. Sólo deseas cerrar los ojos y que al abrirlos todo haya terminado. Sin embargo cuando los abres todo se ve diferente. Gritas pero nadie puede oírte. Ni siquiera toda esa gente que ha llegado y empieza a amontonarse alrededor tuyo. Los ojos de tu novia se ven desesperados y tú sólo quieres decirle que no se preocupe, que todo estará bien pero todo se va empequeñeciendo, sientes la dureza del pavimento, las voces se oyen lejanas y sólo escuchas los latidos de tu corazón. Tratas de buscar su rostro pero de pronto todo es frío y oscuridad. ¿Dónde estás?. Mírame.

Soundtrack del post: Manténme porque me muero, Caifanes
"Cuando me muera y me tengan que enterrar, quiero que sea con una de tus fotografías para que no me de miedo estar abajo, para que no se me olvide como es tu cara, para imaginar que estoy contigo y sentirme un poquito vivo..."

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