lunes, 31 de marzo de 2008

El mar, mientras miro la vida pasar

El verano oficial y comercialmente casi está llegando a su fin. Si, aunque lo dudes porque aún sigues sudando desmesuradamente por las noches, es la pura verdad. Saber esto me genera cierta tristeza porque como saben, el verano es mi estación favorita, básicamente porque siento que el sol me da energías, me alegra, me motiva. Así que a manera de despedida, enrumbo rauda hacia las playas del sur que en estos días ya lucen desiertas. Una bendición sin duda.
Estiro mi toalla, cortesía de la bebida de sabor nacional y antes de tumbar mis 58 kilitos sobre ella, paso por el pegajoso ritual de embadurnarme con bronceador, en un vano intento por dorar mis blancas superficies.
Al terminar, cubro mis ojos con lentes de sol y ¡zaz! me entrego sin reparos al sol. No pasan más de diez minutos y siento que lo que hago todos los fines de semana no se puede llamar descanso. Mi vieja y su máxima de “tienes que hacer todo lo que no haces durante la semana: lavar, limpiar y planchar”; las trasnochadas chupísticas; las interminables sesiones de Chat, la bulla de mis vecinos… todo y todos resultan proporcionalmente contrarios a aquello que llamamos paz y tranquilidad, ingrediente indispensable para un descanso reparador pero que jamás llega. Solo aquí, lejos de lima, frente al mar, y bajo el sol que no agobia sino acompaña suavemente, finalmente descanso.
Al despertar de aquella reparadora siesta, mi cuerpo pide su chapuzón de rigor. La frialdad del mar peruano termina de despertarme, activando mi ser y predisponiéndome a la felicidad. Esto refuerza mi arraigada creencia sobre el agua y sus propiedades curativas. Como dice mi abuelo, no hay nada que un buen baño no pueda aliviar sobre todo si de desahuevarse se trata. Así, en franco ritual de sanación, a modo de bautizo cristiano, más como una cuestión de fe y por ende casi una experiencia religiosa que trasciende el simple deseo de refrescarme, me sumerjo lentamente en el agua salada y dejo que las olas del mar se lleven mis cargas, mis pretextos, mis huevadas.
Al caer la tarde, mientras contemplo el sunset, realizo una suerte de breve repaso mental de los principales acontecimientos de este verano. Recuerdo a las personas que conocí, las diversas circunstancias que pasé y finalmente el balance entre lo feliz y lo triste, lo bueno y lo malo, está casi parejo. Sin embargo pienso que no todo puede ser restringido a los polos anteriormente descritos. Prefiero quedarme con lo mejor y más grato. Porque finalmente
todo pasa; las circunstancias, las personas. Todo y todos, van y vienen y solo algunas pocas cosas se convierten en inolvidables. Lo demás se va… con las horas, con la tarde, con el sol de verano y por supuesto con el mar. Adiós verano, bienvenido Otoño-invierno… ¿Qué sorpresas tendrás para mi?

Soundtrack del Post: Miro la vida pasar, Fangoria"Mientras tanto miro la vida pasar y no sabes cuanto me cuesta aceptar que no volverás..."


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