Después de regatear tercamente el precio, el taxista decide aceptar tu oferta. Subes y tanto el asiento como el piso del auto se llenan de arena. El taxista te mira de reojo incómodo y sube el volumen de la música. Lo ignoras olímpicamente y cierras los ojos. Respiras aliviado, por fin estás sentado en un vehículo de transporte decente.
Poco te importó que tus amigos (los nuevos y los de siempre) se quedaran hundidos en ese sobre poblado bus. Apenas pudiste te bajaste y entregaste los pocos soles que quedaban de tu grati al primer taxista que los aceptó, todo con tal de regresar lo más cómodo y pronto a tu cama.
Si de ti dependiera, hubieras esperado hasta que el último bañante se vaya sin embargo ni hay sol, ni ganas y el lunes hay chamba. Mientras regresas a casa te entretienes mirando el camino para evitar los pensamientos que desde ayer asaltan una y otra vez tu encrespada cabeza. Sin embargo, ahora que estas solo te resulta imposible, evitar comparar este año con el pasado; este regreso, de cuando regresamos juntos, de los abrazos desconocidos de anoche y de los nuestros.
Si alguien lo hubiera predicho no lo hubieras creído, pero pasó. Pasa. Sigue pasando. Sigues recordando la playa tan llena de gente, de borrachos, de neblina, de champagne, de cábalas y buenos deseos y tú más solo que un hongo.
Miles de limeños se volcaron a las playas del sur en busca del astro rey pero se pelaron… grita y se ríe cachosamente el dj de la radio. El taxista no puede evitar sonreír y vuelve a mirarte de reojo.
Si, a mí, que jamás me gustaron la playa, el sol, los lentes oscuros, las sandalias, las bermudas y toda la parafernalia veraniega. Si, a mí que por ti el año pasado se compró todo lo anteriormente mencionado y más.
No olvidemos además que estuve en una de tus playas favoritas al lado de una de tus peores enemigas. Si, aquella chica que nos presentó y con la que tuve un pequeño romance motivo por el cual rompiste vuestra amistad y me hiciste jurar que nunca, bajo ninguna circunstancia, estaría cerca de ella.
Si, aquí estoy después de gritar a los cuatro vientos que había decidido pasar solo el año nuevo. ¿Decidido? vaya que palabra, porque absolutamente todos saben (sobre todo yo) que fue la única opción que me dejaste después de informarme que lo nuestro ya no iba más.
Sinceramente creo que estaba zombie cuando acepte venir aquí, o tal vez el que piensa todo esto, no sea yo sino otro, porque mi verdadero yo fue raptado por unos extraterrestres. Estas son interesantes pero poco creíbles explicaciones de porque estoy aquí. No está demás decirte que hasta yo mismo me sorprendo de tamaña genialidad.
Lo único que sé con certeza, a una cuadra de llegar a mi casa, es que a parte de tener arena hasta en los huevos, estar al borde de un horrendo resfriado gracias a la humedad de la playa, de tener el hígado jodido por todas las cervezas que bebí, arrepentirme de las mujeres que besé, es que el próximo año ni gastaré tanta plata ni invertiré tanto tiempo en irme tan lejos para finalmente terminar hundido hasta los codos en ti… en tu maldito recuerdo... ¡Feliz 2010!
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